¿Y la seguridad?


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En el último año se han hecho visibles marchas, plantones y convocatorias de personas que no se sienten identificadas con el gobierno que las representa ni con las mal llamadas «enmiendas» que realmente son reformas constitucionales disfrazadas. Se las quiere pasar por una Asamblea cuando todos sabemos que el proceso legal requerido es una consulta popular. Son reformas porque el cambio que proponen es de orden estructural, pues nuestra constitución garantiza la alternabilidad del poder como una característica del proceso democrático y para nadie es secreto que estas «enmiendas» tienen nombre y apellido.

Es evidente el retroceso en el que hemos caído, movidos por posiciones políticas y odios desatados a manera de propaganda que han encontrado su nicho en antiguos complejos como el racismo en el interior de los ecuatorianos.
Asqueados de una política pésima, burda, mentirosa, violenta y barata hemos salido a las calles: no queremos otra Venezuela. Como ecuatorianos, el estado nos debe el derecho a la seguridad.
Seguridad social, a la que cada mes hemos contribuido de forma distributiva (el que más gana, más paga) con el objetivo de poder asegurarnos un tiempo de tranquilidad después de toda una vida de trabajo. Seguridad jurídica que se supone resguarda la libertad, la vida, los derechos y garantías de los ecuatorianos; tan lejana de los presos políticos a los que acaban de sentenciar con un año y medio de cárcel por protestar en las calles. Tan lejana de los cotidianos y continuos atropellos hechos a una constitución casi perfecta que era capaz de durar trescientos años.
Seguridad ciudadana que consiste en el conjunto de acciones que debe seguir el estado para que los ciudadanos vivamos de manera digna, aunque para lograr un buen vivir en Ecuador tengamos que poner cámaras, alarmas, cercas eléctricas y pagar guardias porque ya se nos han metido a vaciar las casas. Eso sin aludir a los llamados de odio que constituyen las sabatinas, cadenas de la Secom, inmensas gigantografías sobre edificios públicos que dicen condenar la violencia para que unas semanas después el gobernante invite a una pelea a un legislador.
Seguridad económica, esa que nos tiene con el corazón en la boca porque al ver el ritmo de gasto público del gobierno, sólo nos podemos convencer de que lo que intentan es la desdolarización. Eso sin mencionar los atentados a los patrimonios porque un estado creció desmesuradamente y no se supo ahorrar en tiempo de vacas gordas.
Seguridad laboral que se debe tomar en cuenta el momento en que miles de empleados están siendo despedidos por la falta de inversión y producción, por lo tanto de liquidez y ventas que laceran la decreciente economía.

Lindas las carreteras. ¿Y la seguridad?

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