Las imágenes de hoy en la televisión estatal a propósito de las declaraciones de su otrora brillante ministro de hidrocarburos, Carlos Pareja, no podían ser más elocuentes. Un presidente sudoroso, atolondrado, nervioso, acobardado, despotricando contra los supuestos causantes de su fracaso como gobernante. La CIA, la prensa corrupta, los hermanos Isaías, los periodistas y canales de televisión privados, la oposición y ahora también mencionó a Andrés Páez, como los autores de un supuesto complot contra su gobierno y contra su pobre y triste candidatura. Vimos a un presidente totalmente deslegitimado ante su pueblo, tratando de justificar a la corrupción rampante que aqueja al peor gobierno que ha tenido el país en la ultimas décadas.
El mayor y más honroso encargo que puede recibir un ciudadano es dirigir los destinos de su patria y llevarla a puerto seguro. Lejos de hacerlo, Correa dividió a la sociedad ecuatoriana demostrando su baja capacidad de estadista, como economista de profesión su fracaso es aún mayor, pues nos deja con una deuda pública monumental y con una economía entre las peores de la región, con una obra pública financiada con deuda también, a ser pagada por el nuevo gobierno y por todos los ecuatorianos en base a un agresivo incremento de los impuestos. En el ámbito de la gobernabilidad, su legado es el ataque a instituciones que han sido un pilar fundamental en el estado, como la Fuerzas Armadas, debilitadas, con la justicia cooptada, con un pueblo antes valiente y orgulloso, ahora amedrentado y sobajado y algo peor aún, con la moral nacional disminuida por efecto no sólo de la persecución implacable al que hace uso de su derecho a la resistencia, sino por ver cómo el país y sus instituciones se desmoronan ante los escándalos de corrupción jamás vistos y la impunidad institucionalizada.
En fin, después de haber tenido en sus manos la enorme posibilidad de dejar un país pujante y altivo, al manejar la mayor bonanza económica de los últimos treinta años, más el respaldo popular que le dio el pueblo en las urnas y a quienes Correa y su camarilla han traicionado de la manera más infame, el actual mandatario del Ecuador es a todas luces un presidente fracasado.
Gral. José Luis Castillo