Ya he perdido la cuenta de las pre candidaturas y, para qué contar ahora, si a lo largo de esta semana es posible que se sumen otras tantas, con la falta que nos hacen. Es como tener una sala con aforo para 50 y pretendan entrar 500. A poco sentido común que se tenga, se sabe que entrarán los primeros 50 y los demás, les guste o no, se quedarán en el umbral de la puerta, por la sencilla razón de que no hay espacio para todos.
Hay candidatos que saben que no tienen opción de llegar a la presidencia y, aún así, allí están, tratando de entrar, porqué sí, porque tienen derecho en democracia a hacerlo. Y eso no lo discuto, efectivamente tienen derecho si cumplen con los requisitos. El asunto no va de derechos y democracias sino de responsabilidad.
Ayer, Álvaro Noboa tuvo un gesto noble y responsable al ofrecer retirar su candidatura en pro de un acuerdo de unidad de la centro- derecha para evitar la fragmentación del voto. Una fragmentación que todos sabemos que beneficia, exclusivamente, al Socialismo del S. XXI. Tras la triste experiencia de los últimos 15 años, deberíamos haber aprendido algunas lecciones, políticos y ciudadanos. Pero, no. En lugar de evitar el mismo tropiezo lo buscamos, como un pueblo adicto al masoquismo.
Al final, los que salen perdiendo (además de los 450 que se quedarán fuera sin la menor duda) somos nosotros, los ciudadanos, la sociedad, el país. En el estado agónico en que nos encontramos como nación, no podemos darnos el lujo de permitir que nos gobierne cualquiera. Que si ofrece bonos, que si ha luchado por la corrupción desde su trinchera, que si tiene buenas intenciones, que si el ego no le cabe en el planeta. En este momento tan crítico se necesita unidad en torno al mejor, al más capaz, el que ya ha demostrado que sabe y sabe hacer.
No pongo nombres porque al buen entendedor… Es decepcionante, es vergonzoso, es atemorizante el panorama que tenemos –por ahora– con esta división absurda. Un buen ejemplo de lo que podría pasar en las próximas elecciones, gracias a todos estos buenos samaritanos, es lo que sucedió en Quito. Yunda no ganó, simplemente fue el que menos perdió. Y así llegó a la Alcaldía. Con una legitimidad muy limitada, porque no cuenta con el apoyo del 80% de los quiteños. Eso sí, todos los perros de Quito están encantados con su gestión. Punto a favor.
Desde aquí, sólo puedo apelar a la conciencia de los candidatos que todavía tienen la oportunidad de dejar de lado sus ambiciones personales en favor de Ecuador. Este pobre país, en estos momentos, no los necesita dentro, sino fuera de la habitación. Si entran, todos pierden, apretujados y sin aire, mientras –en la habitación de al lado– está cómodamente el correísmo, riéndose –una vez más– de la insensatez de sus opositores políticos.
Los pretendientes a la presidencia tienen hasta octubre para hacer lo mejor que puedan para tratar de ganar electores. Las encuestas irán arrojando permanentemente resultados con los que contarán, tanto los candidatos, como la ciudadanía, para saber cómo se va consolidando poco a poco la intención de voto. Entre el 18 de septiembre y el 7 de octubre, que están a la vuelta de la esquina, sabremos quiénes serán los candidatos oficiales.
Hasta entonces, es urgente que la sociedad civil exija responsabilidad a la clase política. No sólo por la necesidad de reducir las opciones para evitar una fragmentación, que no tiene sentido, si grupos ideológicamente afines, presentaran una sola candidatura, dando prioridad al programa político y las necesidades del país y no a la presencia de diferentes actores para el mismo papel. ¡Lo importante es el guion y que salga a escena el que mejor sepa interpretarlo!
Según el diario El Universo, el CNE ha debido aumentar en un 59% el Fondo de Promoción Electoral por la proliferación de organizaciones políticas que pretenden participar en las elecciones de 2021. En 2017 participaron 15 listas con candidatos y ahora, serán 22 o 23. Otro factor es el aumento de electores: 2,4% más que en 2017. En total, la diferencia es de $26’945.676 destinados al Fondo en 2017 vs. $42’843.018 que se requerirán en 2021, en medio de la crisis económica y la pandemia.
Si bien es cierto que las organizaciones políticas están dispuestas a bajar esa cifra, que es el máximo establecido por la ley, no deja de ser escandaloso. De modo que, por donde se le vea, esta estampida de corredores ansiosos de cruzar la puerta de Carondelet es un sinsentido.
Sin duda la democracia habilita esta posibilidad, pero la prudencia, la responsabilidad y el sentido común no los establece el sistema. Compete a cada uno de los posibles candidatos ponerlos a funcionar en su conciencia y pensar qué es lo mejor para los ecuatorianos, tratando de dejar a un lado ambiciones que pueden ser legítimas, pero que –en este momento– son irresponsables e inoportunas.
Quienes saben que no tienen oportunidad de entrar en la habitación, dé la vuelta con dignidad y espíritu cívico. Vuelva a donde ha hecho bien a la sociedad, la vida da oportunidades en más de una ocasión y más en política. Yo invito a la sociedad a levantar la voz y exigir responsabilidad.
No están en juego candidaturas o elecciones, están en juego nuestras vidas. Está en juego la posibilidad de seguir viviendo en Ecuador o tener que emigrar, como en 1999. Está en juego la viabilidad del país. Está en juego la estabilidad social. Está en juego el empleo. Está en juego la posibilidad de crear empleo. Está en juego mi calidad de vida y la de cada uno de ustedes y la de sus hijos y nietos.
En este punto, no sé qué me da más miedo: lo imprevisible que es el virus o lo previsible que es la actuación de políticos poseídos por la vanidad y del electorado clientelar que una y otra vez se deja endulzar los oídos por el que más regalos ofrezca, aunque luego no se los dé.
A los aspirantes no les vendría mal recordar las palabras que el joven Werther anota en la entrada de su diario del 8 de enero de 1772: “¡Qué pobres hombres son los que dedican toda su alma a los cumplimientos y cuya única ambición es ocupar la silla más visible de la mesa! Se entregan con tanto ahínco a estas tonterías que no tienen tiempo para pensar en los asuntos verdaderamente importantes.” Pues eso, que se lo apliquen.