El país dividido en tres

El país dividido en tres

Son 14 años de hablar del correísmo y anti correísmo, a quien lo hemos asociado a las izquierdas, puesto que para subir al poder el chavismo las conquistó y en sus filas siempre desfilaron célebres socialistas ecuatorianos. Pero podríamos decir que en estas elecciones el socialismo se divorció del correísmo, lo cual es muy difícil de procesar para las masas, puesto que tienen exactamente las mismas fuentes ideológicas, porque se divorcian en la tarima pero se encuentran en el foro de São Paulo, en donde Cuba marca el compás de lo que se dice y se hace. Esta división le obliga al chavismo a crear el Grupo de Puebla, encabezado por los caudillos latinoamericanos, un copy-paste del Foro de Sao Paulo pero excluyendo a los ya divorciados.

Las izquierdas viven en una enorme frustración porque sienten que sus ideales no fueron cumplidos durante su participación en el correísmo, se sienten traicionadas, pero no es la primera vez, las izquierdas se sienten traicionadas desde siempre, puesto que históricamente su sistema lamentablemente sólo ha propiciado populismo y corrupción. Son las eternas traicionadas, desconfiadas y constantemente reeditadas izquierdas, se llamaron comunismo, luego socialismo, socialismo del siglo XXI y ahora progresismo, pero son exactamente lo mismo.

Hoy se sienten traicionadas por sus propios pueblos, ya que para ellos el triunfo de Lasso representa el voto de los socialistas en favor del neoliberalismo, es algo inconcebible para ellas. Evidentemente es un voto en contra del correísmo, pero implícitamente las izquierdas se sorprenden de que no haya ganado Arauz, ya que incluso hicieron campaña por el nulo que le favorecía, puesto que no les bastó con decir que no van a votar por ninguno, sintieron la necesidad de impulsar el nulo, pensando que el porcentaje mayor obtenido por Arauz en la primera vuelta le daría ventaja en la segunda vuelta, pero se toparon que sus seguidores votaron en contra de lo que sus líderes pedían. Incluso muchos indígenas no solo que desobedecieron sino que hicieron campaña y marcharon junto a Lasso, le hicieron la limpia y danzaron a la naturaleza para que le den el triunfo.

Hay algo que las izquierdas no están notando, es que su pensamiento ya está caduco, los grupos de indígenas que acompañaron a Lasso son trabajadores de la tierra, del campo, saben que si no riegan su cultivo no producen, no venden y por ende no comen, saben que van al mercado y negocien sin discriminación, le venden el blanco, al indio y el negro, mientras que los izquierdas siguen con el mismo discurso de hace 100 años de la redistribución de la riqueza, del racismo y las opresiones sociales, un discurso del que nuca nadie ha comido y que más bien ha generado mucha incertidumbre y pobreza, puesto que sus maneras para participar de la política son violentas, usan manifestaciones que terminan incluso con muertos, que luego los cuelgan como estandartes y los convierten en sus emblemas de lucha, no cabe en su mentalidad una protesta sin destrucción.

Éste ha sido el panorama tercermundista de toda la vida, pero en esta ocasión se topan con una sorpresa inusual, ya que el líder al que llaman neoliberal, está atrayendo inversión y optimismo en proporciones inimaginables, bajando el riesgo país a casi la mitad y recuperando el precio de los bonos ecuatorianos a casi su valor natural, que pronto se traducirá en más empleo y más consumo, casi de forma

Inmediata. Algo que ningún líder correista o de izquierdas podría haber producido, con solo poner su nombre en el poder, ya que todavía Lasso ni siquiera ha topado Carondelet.

Es así que Lasso cumple su promesa a los pueblos trabajadores, sin siquiera sentarse en la presidencia, lo cual deja a la palabra de los líderes indígenas y de izquierdas aún más en duda.

Aún así las izquierdas ofrecen derrocar a Lasso por el simple hecho de considerarlo un gobierno “patriarcal y neoliberal”.

No olvidemos que los líderes indígenas en las protestas de Octubre 2019 se asociaron al correísmo para poder movilizar y alimentar a miles de indígenas para incendiar las ciudades, se requería una billetera recargada por el narcotráfico para poder lograr esa logística masiva, que no debió haberse planificado en solo dos días, ni con dos dólares.

Por eso fracasa el socialismo, porque emprende batallas dañinas, asociándose con delincuentes que la hunden más.

Los líderes de esa guerra campal, Leonel Iza y Jaime Vargas terminaron abandonados por sus organizaciones indígenas y manchados de correísmo, es decir que el socialismo cayó nuevamente en la trampa cubano chavista, por ambición de poder y no sería extraño que vuelvan a caer en ese mismo error durante los siguientes años.

Cuándo saldremos de este círculo vicioso del tercermundismo? Cuando las izquierdas dejen las armas definitivamente y elijan a sus miembros más capaces en diplomacia y política para negociar, no para combatir. Ya ha quedado claro que 50 años de guerrillas urbanas y de rifles no dan resultados.

La nueva Asamblea pondrá a prueba esas capacidades, porque destacan estos tres grupos políticos claramente, correísmo, izquierdas y derechas, en orden de participación pero sin tener mayoría ninguno de ellos, ni siquiera mayoría simple, por lo que tendrán que negociar SIEMPRE si quieren que alguna de sus propuestas salgan adelante, porque si se enfrentan a la discusión, la nueva Asamblea patinaría y tendría menos resultados que la peor de las Asambleas.

Esto es comparable con un viaje entre tres amigos en auto, que discuten por qué música escuchar, pero al uno le gustan los pasodobles, al otro los cachullapis y al otro la trova cubana, y cada uno quiere escuchar solo su música, pero si no se ponen de acuerdo para dividir el tiempo de música en tres, ninguno podrá escuchar nada. Algo similar ocurrirá en la Asamblea, tendrán que clasificar sus leyes más importantes y sacrificar las de menor urgencia, para que por lo menos puedan escuchar sus discos favoritos.

Probablemente algunos de los debates tendrán que resolverse con consultas populares, que representan a la voz participativa de los ciudadanos, porque las calles podrán ser participativas pero en la calles no se decide nada, con el voto sí.

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