Por Sigrid Vásconez
Voy a reflexionar sobre una pregunta muy válida que muchos tienen acerca de las marchas. ¿Qué se consigue con las marchas? Para esto me inspiro en el editorial de Eliane Brum publicado en el diario El País (16-03), en su versión para Brasil (acá el link, muy recomendado por cierto! En política, incluyo los creyentes necesitan ser ateos )
Brum menciona, acerca de las marchas del 13 de Marzo 2016 en Brasil que “…Sería bueno si pudiésemos creer que los cientos de miles que salieron a las calles este domingo quieren el fin de la corrupción en Brasil…” Pues si, la sensación de muchos cuando van a la calle uno busca conquistar.
Sin embargo, el pensar que las marchas – que por distintos factores a veces son multitudinarias y otras veces se componen de 4 pelagatos- van a generar de manera rápida un ruptura en la situación actual es por demás ingenuo. Los procesos de cambio, si bien pueden ser abruptos, requieren muchas veces de procesos de largo aliento. La movilización en las calles es parte de ese engranaje, como lo son las redes sociales, chats y otras formas en donde se ha expresado el descontento al gobierno. Sin embargo, influidos por esa visión de logros inmediatos (costo-efectivos) que nos viene por la vertiginosa globalización económica, mediática, tecnológica en la que vivimos, queremos que el cambio llegue YA. Las marchas ponen a cocinar a fuego lento una serie de otros cambios. Permiten formas de conexión ciudadana, de construcción de tejido social, de espacios donde todos- distintos pero en pluralidad conviven y convergen en un objetivo común (i.e. expresar su descontento). Ayer otra vez la marcha tuvo familias, jóvenes, indígenas, médicos, trabajadores afiliados a sindicatos, ecologistas y algún que otro político (pero con bajo perfil). Esta amalgama de gente provenía de distinto estrato socio económico, afiliación ideológica y religiosa, identidad étnica-cultural. En la calle todxs somos iguales, es un espacio público. Esa posibilidad de encuentro que nos da la calle es muy poderosa, en un país plagado por la inequidad socio-económica y la fragmentación corporativista.
Obviamente, si bien las marchas permiten ese intercambio donde somos capaces de reconocernos, con el tiempo si no logran el objetivo se diluyen. Sin embargo, luego de haber asistido a la calle como un punto de encuentro en el último año, les puedo decir que me llevo mucho, pero mucho aprendizaje sobre el país. Estoy segura que muchxs comparten esta sensación. Y, eso ya es un cambio en la dirección correcta.