Fin: contraídos, contrahechos y contrariados


Creo que hablo por la mayoría de ecuatorianos, si digo que el final del paro nos ha dejado contraídos, contrahechos y contrariados. Contraídos por el golpe económico, del que sólo vemos ahora la punta del iceberg. Muchos emprendedores, que consiguieron superar las dificultades que trajo la pandemia, en dos semanas, han tenido que echar el cerrojo a sus negocios. ¿Cuántos empleos se han perdido? Seguramente no lo sabremos nunca. Y los que se irán perdiendo con el paso de los días; cuando los números rojos, implacables, den la señal de: hasta aquí llegamos.

Contrahechos por la tensión, el miedo y la impotencia. Por mucho que nos empeñemos en hablar de los «unos» y los «otros», (como si no fuésemos todos ecuatorianos y, la mayoría, gente buena) compartimos el horror de haber vivido, otra vez, un enfrentamiento que nos degrada como país y como sociedad. ¿Era necesaria tanta violencia para dialogar con el gobierno? ¿Era necesaria tanta rigidez?

Según la ideología que alienta los días del Sr. Iza, sí. Pero la inmensa mayoría de ecuatorianos, incluídos los pueblos indígenas, no creemos lo mismo. Quizá esa sea una de las pocas cosas buenas que nos ha dejado el paro: el rechazo profundo y convencido a la violencia como camino. Si la violencia es el medio, no hay buen fin posible para nadie. Estamos más divididos, más pobres, menos orgullosos de este país nuestro, que también puede mostrarnos una cara oscura y odiosa: la cara de la violencia injustificada.

Y contrariados porque, aunque nos alivia la paz, no nos convence el acuerdo. Sabemos que el subsidio de los combustibles no mejorará la calidad de vida de los más vulnerables. Esos recursos podrían tener un mejor destino. Pero se empeñaron en tomar el rábano por las hojas y si dentro de 90 días no aprobamos su evaluación, los señores de la CONAIE se reservan el derecho de volver a desplumar los nuestros.

Yo, personalmente, era partidaria de que el presidente fuese más contundente y cortara la violencia de raíz, desde el primer día e incluso disolviera la Asamblea. Todo esto lo dije en un video el 18 de junio. Después vino el intento de golpe y arreciaron los ataques a todos y por todos lados. Me alegra profundamente que mi pedido se lo llevara el viento. Si se puede evitar un baño de sangre, hay que hacerlo.

Lo que me pregunto, y como yo mucha gente, es: ¿lo hemos evitado o lo hemos postergado? Una paz condicionada por el uso ilegítimo e injustificado de la violencia, no es una paz duradera. Saqueos, secuestros, muertos, heridos, hambre, zozobra, incendios, bloqueos, palizas, chantajes… son las piedras con las que la CONAIE construyó el camino para llegar a firmar el acta del 30 de junio. ¿Qué les impide ahora volver con nuevas imposiciones por el caminito que el tiempo no borrará? Muchos festejan porque tenemos «final feliz». Yo me cuestiono que realmente sea el final y más aún que se pueda llamar feliz.

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