La mitología marxista es muy similar a los personajes de MARVEL. Crea superhéroes como Superman y villanos semejantes a Lex Luthor. Para un cómic pasa, pero la vida real es diferente.
Buscando el camino para la revolución me encontré con un contrarrevolucionario muy diferente al que vivía en mi imaginación. A fines de los 80s del siglo pasado estaba realizando trabajo voluntario en la Unidad de Producción Estatal Santa Martha, en el norte de Nicaragua, teatro de la guerra con los contras, coincidiendo con un grupo de militares cubanos veteranos de la guerra de Angola.
Ellos eran de la Juventud Comunista y con su estancia en Nicaragua acumulaban méritos para ser miembros del Partido. El líder era un sargento de nombre Freddy Corovacho, nosotros le decíamos Gorvachov, cosa que no le gustaba mucho. Pues el soviético era reformista.
La alimentación era deficiente y mala, especialmente una bebida que nos daban que era el llamado “pinolillo”. Freddy un día se quejó y dijo que no deberían darnos esa porquería, habiendo un naranjal colindando con el Beneficio de Café. Pasadas unas horas del incidente oímos unos disparos. Ocurre que Gorvachov, con un costal, se había cruzado a la propiedad vecina a robarse unas naranjas.
Los ecuatorianos conversamos sobre el incidente y resolvimos solicitar al jefe de la plantación, que nos permitiera salir del perímetro para comprar las naranjas. Porque permiso se preguntará el lector, ocurre que era zona de guerra y no se podía salir sin autorización.
Me acerqué hasta Roger Uriarte el responsable de la UPE, era un nicaragüense con más de 10 años en el FSLN, veterano de dos guerras. De piel clara, pelo largo y con lentes quevedos propios de un sociólogo o antropólogo. Vestía siempre chompa militar con Jean y botas negras. Todo el tiempo estaba con su AK-47 de culata abatible.
Ante la solicitud de permiso para comprar las naranjas me dijo: “Mauricio ten cuidado, puedes ir pero el dueño del naranjal es contrarrevolucionario”. Inquietantes palabras. Con la autorización verbal, los ecuatorianos nos reunimos para decidir dos temas: quién haría el negocio y cuánto se pagaría.
En ese entonces la Nicaragua Sandinista tenía una inflación oficial del 10.000% anual. Por lo que decidimos que lo correcto sería pagar en dólares. La siguiente pregunta era qué cantidad deberíamos ofrecer. Un compañero de Manabí dijo ofrezcamos primero un dólar. Con esas resoluciones faltaba saber quién enfrentaría la negociación, por unanimidad me encargaron la tarea.
Unos minutos más tarde, escoltado por milicianos llegué hasta la propiedad colindante, sin miedo, más bien con curiosidad. Lo primero fue la clásica recepción de unos perros -bastante flacos- ladrando. Luego salió un campesino de unos 40 años y me dijo:
C -¿Señor que desea?
M -Comprar naranjas
C -Cómo piensa pagar?
M -Tengo un dólar
C -Sabe usted que es delito comerciar con dólares?
M -No creo que eso sea importante en estas montañas
C -Vale, deme el dólar
M -Tenga el dólar, ¿cuántas naranjas me puedo llevar?
C -Todas las que pueda llevar con los que le acompañan
Así compre unos 10 sacos de naranja por un dólar. Esta operación se repitió por varios días, hasta que Freddy Corovacho volvió a entrar en escena. Me dijo:
“El señor al que compras las naranjas tiene marranos, cómprale uno y yo lo hago Hornado”. La idea era genial, así que en compañía de unos seis cubanos llegué hasta donde el vecino y este por $5 dólares me vendió el animal. Los cubanos estaban radiantes y Freddy me dijo yo me encargo y se retiró.
Estaba para irme cuando el campesino me dijo:
C -No se vaya, pase un momento para conversar
M -Bueno
La casa era de adobe con techo de tejas, bastante deteriorada. El interior constaba de una sala, cocina y un par de habitaciones. El piso de tierra y en la pared unas estampas de Santos, Jesús y la Virgen María. El ambiente se me hizo familiar, parecía la casa de unas primas de mi mamá en la provincia del Carchi, cerca del Santuario de la Gruta de la Paz.
C -¿De dónde es usted?
M -De Ecuador
C -Soy Pomares
M -Soy Velasco
C -Que le han dicho de mí?
M -Que es contrarrevolucionario
C -Lo mismo de siempre, mire señor yo nací en estas tierras, nunca he llegado más lejos de Matagalpa, esto era una hacienda de un gringo, que nunca venía. Cuando hubo la Revolución yo estuve con el FSLN, aquí no hubo guerra, el único incidente fue porque un Guardia Nacional se escapó y llegó hasta el pueblo de La Lima. Ahí entre algunos lo matamos. Luego con la Revolución llegó la Reforma Agraria y me dieron estas tierras. Más aún nos dieron créditos y mi sueño siempre fue tener un naranjal.
M -Entonces usted estaba con el Frente?
C -Sí, yo era Sandinista, pero pasa que con el paso del tiempo subieron los sueldos de los jornaleros porque debían ganar bien, luego congelaron el precio de las naranjas porque el pueblo tenía derecho a comprar a precios baratos. Así ocurrió que es más caro recoger las naranjas y llevarlas al mercado, que el precio que se recibe. Ahora se pudren porque no hay ganancia al vender.
M -Un momento, me puede responder una pregunta?
C -Sí
M -¿Usted ha estudiado en el Colegio?
C -Que pregunta, no es sorpresa. Apenas se leer y escribir pues la Revolución me alfabetizó, si se hacer cuentas y se que se pierde. Por eso dejé que se pudran las naranjas y por esa causa me dijeron contrarrevolucionario, pues estaba saboteando la producción.
Así conocí al primer contrarrevolucionario de mi vida. Un hombre definitivamente peligroso pues sabía sumar y restar.
MAURICIO VELASCO