Corina Dávalos (PhD Filosofía. Coach de Liderazgo y Discurso Público)
Dice el refrán popular: “Obras son amores y no buenas razones”. La distancia entre lo que se dice y lo que se hace, lo que se desea y lo que se elige es lo que construye la credibilidad de una persona y, en este caso, de un gobierno.
El presidente Moreno decía, en cadena nacional, lo siguiente: “la guerra a la corrupción tiene que endurecerse. (…) Caiga quien caiga. Quien se enriquece con el dinero del pueblo es un corrupto, pero quien lo hace a costa del dolor ajeno, en momentos de urgencia como este; es un miserable”. Hasta ahí, aplauso de pie para el conferencista.
Luego, viene el momento de comparar palabras con acciones. Y, entonces, viene el abucheo sonoro para el gobernante. Tras su discurso, esperábamos que lo hiciera, que tomara decisiones, por duras que fuesen, caiga quien caiga. Y lo que sigue cayendo es el dinero de los ecuatorianos en la bolsa del ladrón, del Judas de turno.
El presidente ha sido incapaz de separar del gobierno a las máximas autoridades de las instituciones involucradas en presuntos delitos de corrupción. Los responsables políticos, y ante la ley, del robo descarado que sucede ante sus narices, deben responder ante las dos instancias. Lo propio del presidente sería pedir la renuncia en cuanto asome la sombra de la duda.
El compromiso del gobierno contra la corrupción no es creíble. El presidente se ha encargado personalmente de que su palabra no valga ni un sucre oxidado. Los escándalos de corrupción en las contrataciones durante la emergencia, no sólo constituyen un acto de corrupción y un delito, son una muestra de la bajeza y podredumbre moral que campa a sus anchas en las instituciones del Estado. Vamos enumerando lo que, por ahora, conocemos gracias a la labor de la prensa sobre las contrataciones envenenadas.
Compra con sobreprecio, a una empresa, de facto inexistente más allá de los papeles, de mascarillas para el IESS. Paúl Granda mira para otro lado y el presidente también. Poco después, en un gesto teatral, Granda presenta su renuncia. El presidente no la acepta y públicamente lo respalda. Ante la presión de la opinión pública, Granda presenta su renuncia por segunda vez, con la palabra mágica que olvidó poner en el primer intento: irrevocable.
Contrato con una agencia de publicidad por 1.5 millones de dólares para promoción institucional. Contrato, que, por cierto, fue aprobado por el directorio del IESS. Yo, que me dedico a la comunicación, sé bien que, en momentos de crisis, las empresas e instituciones recortan inmediatamente sus presupuestos en comunicación. El IESS, que anda rascando dinero de donde no hay para cubrir las necesidades sanitarias, destina esa cantidad en un contrato con una empresa que en el mundillo de la publicidad no la conoce nadie, en el que uno de los oferentes no existía en la Superintendencia de Compañías y un tercero que se despachó con un escueto no cumple con los pliegos.
Compra con sobreprecio de fundas para cadáveres en el Hospital de los Ceibos y en el Hospital del IESS en Ibarra. Presunta compra con sobre precio de overoles en el Hospital Docente de Ambato. En este punto, hay 10 hospitales bajo sospecha de contrataciones fraudulentas.
Por otra parte, tenemos la renuncia de la ex gerente del Hospital Luis Gabriel Dávila, en Tulcán, Natalia Rosas; debido a las continuas presiones políticas que debía soportar por parte de Andrés Romo, como dice Rosas explícitamente en su carta de renuncia. A esto podemos sumarle la denuncia del Dr. Pablo Izquierdo que estuvo como gerente del Hospital Eugenio Espejo lo que dura una Cuaresma. En su carta de despedida del 1 de mayo, denuncia corrupción, negociados millonarios y falta de protección adecuada para el personal sanitario.
Y como si esto fuera poco, la Fiscal General, Diana Salazar, denuncia que la Secretaría Anticorrupción entorpece la actuación de la Fiscalía y solicita al presidente su extinción. Una secretaría que, según el distributivo de personal de la presidencia, actualizado en marzo de 2020, consta de 18 funcionarios: Secretaría Anticorrupción (2), Dirección de Prevención, Análisis y Estudios Anticorrupción (5), Dirección de Investigación de Actos de Corrupción (4) y Dirección de Gestión de Causas (7). En total, a los contribuyentes nos cuesta 379.331 dólares anuales mantener una secretaría que estorba.
En los 4 años de gobierno habremos dilapidado la friolera de 1´517.324 dólares en una oficina que el Ejecutivo se ha inventado para que haga el trabajo que ya realizan otras instituciones. En época de recortes, ¿no podría la presidencia prescindir de una secretaría que cumple funciones que constitucionalmente corresponden a la Contraloría General del Estado y a la Fiscalía General? Es una pregunta que, hasta el momento, Moreno no ha respondido.
Otra perla: la elección del Secretario de Comunicación, que no tiene el perfil para manejar una situación de comunicación de crisis en medio de una pandemia. Nombra a un politólogo experto en campañas electorales, para asombro de todos. Y esto a pesar de que, la OMS varios documentos, da las directrices para el manejo de la comunicación en pandemias. Y dice de manera enfática lo que sigue: “La OMS cree que es hora de reconocer que la experiencia en comunicación se ha vuelto tan esencial para el control de brotes como la capacitación epidemiológica y el análisis de laboratorio.” (Fuente: https://bit.ly/3cgepCj). Experiencia en comunicación, pero no en cualquier especialidad: comunicación de crisis en caso de epidemias, un ámbito muy especializado de la comunicación de riesgos.
Y la guinda del pastel, una bajeza sin nombre: el presunto sobreprecio en la compra de kits de alimentación, por parte de la Secretaría de Riesgos. Ocles niega lo evidente, un día y otro. A pesar de que todos hemos visto el documento en el que una empresa de hidroingeniería sanitaria, cuyo dueño se inscribió, como persona natural, en el Registro Único de Proveedores del SRI, para vender 14 tipos de alimentos al Estado, hace poco. La factura nos salió a los contribuyentes por 1.055.740 de dólares (sin IVA).
Alexandra Ocles se tambalea, pero no cae. Ni renuncia, ni el presidente tomó iniciativa en cuanto saltó el escándalo. Si Ocles es destituida o se le pide la renuncia y ella la hace pública como cosa suya, será porque la gente ya no tolera más su presencia en el gobierno. Moreno no se da por enterado, se le ha caído la vergüenza. Iván Granda tuvo que empujar la puerta de salida, Natalia Rosas huyó despavorida, harta de que nadie atendiera sus quejas. Todavía está por ver qué ha pasado con las demás denuncias. Sin embargo, el hecho de que Ocles siga en su cargo, sin presentar la renuncia o que el presidente se la pida, por su negligencia en el control del gasto y por decencia política, nos lleva a pensar que el “caiga quien caiga” del presidente, no es más que un saludo a la bandera.
Y eso que no menciono, caso por caso, los cobros por entregar los cadáveres de sus seres queridos a sus familiares en varios hospitales de Guayas, el nepotismo flagrante, las cifras mágicas de los informes diarios sobre el Covid-19 en Ecuador (me parece que somos el único país que en el recuento podría añadir una columna de resucitados), entre otras bellezas que este gobierno nos invita a contemplar, mientras señala a Correa como el único sinvergüenza oficial de la nación.
¿Cómo creer al presidente? Sus palabras, frente a los hechos, nos hacen pensar que, lastimosamente, cuando en cadena nacional dice que combatirá la corrupción, “caiga quien caiga”, se refiere a la caída de los ciudadanos, no de los corruptos y miserables.
Nos derriba a nosotros, que debemos padecer el saqueo de nuestros bolsillos para mantener a esta manada de depredadores. Que caigan las empresas, que caiga la clase media, que caiga el empleo, que caiga la economía, que caiga la credibilidad del gobierno, que caiga la dolarización, que caigan los ecuatorianos, enfermos o muertos. Que caiga lo que tenga que caer, menos los protegidos. Esto es lo que entendemos los ciudadanos. Esto es lo que transmiten sus elecciones y sus omisiones. Y por eso, ya no le creemos.