Análisis de coyuntura la erosión de la legitimidad democrática 


Por Gustavo Palacio Urrutia
En la actual coyuntura de crisis política y económica del país se observan manifestaciones de crisis generalizada de legitimidad democrática del régimen correísta y de su proyecto totalitario.

El creciente descontento de la población es sin duda una de las señales más importantes de esta situación. Este se venía manifestando desde hace varios años en las calles, sin embargo fue a partir de junio del 2015, como reacción a las propuestas de ley de plusvalía y herencia, que adquirió niveles preocupantes. Como lo registran varias encuestas en las últimos meses y semanas dicho descontento se viene acelerando y profundizando.

El incremento de la disconformidad de la población con el régimen a niveles que amenazan socavar por completo su ya escasa legitimidad democrática, tendría su origen en varios factores: Por un lado es una consecuencia de la galopante corrupción que involucra al propio jefe de estado y sus más íntimos colaboradores. El reciente escándalo de la venta de los pases de la policía, acompañado de denuncias de ex miembros del Ministerio del Interior, es un buen ejemplo de ello. Por otro, es el resultado del desmejoramiento de las condiciones de vida de la población. Situación que se ha agravado debido a la severa crisis económica provocada por el régimen, así como por erróneas políticas anticrisis, lo cual ha incidido en el cierre de numerosas empresas, ha incrementado el desempleo y ha minado la confianza empresarial, nacional y extranjera. Un tercer elemento es sin lugar a dudas la actitud y el discurso prepotente del primer mandatario y la violación sistemática de los derechos humanos.

La situación de descontento, no solo ha provocado que importantes sectores sociales vuelvan a salir a las calles a expresar su indignación sino que lo hagan dando claras señales de que no guardan ningún respeto por la figura del presidente y su gobierno y que no se sienten representados por estos. Hay que tomar nota de que la protesta airada de la ciudadanía en las calles, bajo el liderazgo de grupos sociales organizados, se produce luego del aparente apaciguamiento de los ánimos políticos y sociales que supuestamente habría logrado la dirigencia correísta tras negociar con determinados grupos de poder la decisión del caudillo de no participar en las próximas elecciones de 2017.

El rechazo al régimen, con expresiones de desprecio pero con una dosis importante de ironía, arte y humor negro, también se hace latente en las siempre activas redes sociales a través de ingeniosos chistes, videos, memes que se nutren de la discusión política y cultura popular. Redes sociales que constituyen una real alternativa para obtener e intercambiar información, frente a la represión que sufren los medios de comunicación, intimidados por la aplicación de la ley mordaza de comunicación.

Una clara expresión del descontento creciente y perdida de legitimidad del régimen lo constituyó la reciente Marcha del 17 de marzo convocada por el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), la cual fue un éxito en términos de participación de la ciudadanía. Además de miles de trabajadores de diferentes sindicatos, fue notoria la presencia de estratos medios, gremios de profesionales, estudiantes y jóvenes universitarios, así como de individuos y grupos de la sociedad civil. Destacó la presencia de grupos de jubilados, militares en servicio pasivo, así como de amplios grupos de jóvenes, que con música y alegría reivindican temas de genero, ecológicos, derechos humanos. El movimiento indígena también se hizo presente a través de varios de sus representantes.

La demostración del 17 de marzo hizo notar el grado de concientización política alcanzado por la ciudadanía., en particular respecto de la necesidad de mantener una presencia ciudadana en las calles, como único mecanismo para luchar por reivindicaciones ciudadanas y combatir el proyecto autoritario correísta. Posición que va mas allá de los intereses particulares de los dirigentes políticos, y de si el gobierno corrupto termina de manera anticipada o vía elecciones en 2017. La multitudinaria marcha, que se reprodujo en diversas ciudades a nivel nacional, representa también un desafío abierto al aparato coercitivo del gobierno que, pesar de la cruenta persecución y represión que realiza, no logra callar las voces de las organizaciones sociales, de la sociedad civil y de sus líderes, que luchan por la restauración de la democracia.

Un elemento adicional que habla de la crisis de legitimidad del régimen tiene que ver con la incapacidad de reacción y recuperación del régimen frente a la situación de crisis. Las desacertadas medidas del gobierno, tanto en lo político como económico, sólo contribuyen a agravar el malestar y su delicada situación de desprestigio, lo cual no puede ser maquillado y peor aún revertido ni siquiera por el otrora poderoso y temido aparato de propaganda fascista del régimen. Aparato institucional de comunicación correísta que había elevado a categoría de ideología el principio populista de la imposición de la voluntad de las mayorías sobre las minorías a través del poder coercitivo y represor del caudillo. En términos concretos se hizo palpable en las últimas semanas, con ocasión de la marcha del 17 de marzo, la incapacidad del régimen de convocar y organizar concentraciones (pagadas) a favor de su proyecto político.

Para muchos analistas la disminución del apoyo popular, está vinculado directamente con el descontento y mantiene directa relación con la disminución de recursos petroleros, lo que ocasiona que el régimen populista ya no pueda asegurar el bienestar de la población. Sin embargo de ello, y de la base estadística que la respalda, hay serios motivos para pensar que también existe una fuerte vinculación entre la falta de apoyo popular con motivaciones de carácter ético. Este aspecto es sumamente importante pues revela una erosión y devaluación del correísmo en términos de su significación social en el ámbito de la cultura, de la cosmovisión de los ecuatorianos, de su escala de valores. Un ejemplo de lo indicado es la reciente decisión, sin precedentes, de un grupo de coroneles de las Fuerzas Armadas de pedir la baja de forma anticipada de la institución militar, lo que ha sido interpretado como un mensaje de rechazo a servir a un gobierno corrupto que busca minar la moral institucional para cooptarla y ponerla al servicio de su proyecto antidemocrático. Otro ejemplo en la misma línea, de gran significación social, ha sido la protesta valiente de los estudiantes y padres de familia del Colegio Montufar en respaldo a un grupo de profesores separados arbitrariamente del colegio. Protesta que como se conoce fue reprimida sin contemplaciones por el régimen autoritario. En el ambito académico y profesional las derrotas del correismo en las elecciones de la Universidad Andina y recientemente en el Colegio de Abogados en Quito corroboran también lo mencionado.

En las sabatinas es cada vez más difícil ver gente que tenga algún entusiasmo político por lo que escucha. En su mayoría son personas que asisten persuadidas y/o obligadas por el gobierno a asistir, que no lo hacen por iniciativa propia ni por un apoyo ciudadano legítimo al correísmo. En las calles la mayoría de la gente opina de manera muy dura contra Correa, sus colaboradores, su movimiento, sus vínculos con la corrupción, lo cual es corroborado por la mayoría de taxistas; que son en el país una suerte de termómetro político informal por la cantidad de información que a diario reciben de todo tipo de sectores sociales. Todo lo cual además coincide con las demostraciones políticas de protesta en las calles, y la imagen solitaria casi sepulcral de la sede principal de Alianza País en la avenida de los Shyris.

En poco tiempo ha devenido normal que en las conversaciones sobre política, a nivel de los más variados círculos y estratos sociales, en las redes sociales, resulte casi una ofensa ser considerado correísta. Parecería como si identificarse con el correísmo se hubiera constituido en un estigma del que huyen avergonzados los propios correístas, como resultado del rechazo social. Esto explica su preocupación por ocultar en la medida de lo posible los beneficios obtenidos durante los 10 anos en el poder. Fue muy revelador en este sentido escuchar al propio líder correísta expresar en una entrevista su preocupación por la “sed de venganza” que ha surgido contra él, lo que pone en riesgo su vida, así como su temor porque no lo dejen salir del país inmediatamente después de que entregue el poder en mayo de 2017. Igualmente revelador fue su comentario sobre lo bueno que es “ser borregos”, por “borrar el pasado, y subir el ego”.

Desde una perspectiva más amplia, de conjunto, se trata también de una crisis del discurso populista correísta en la que se hace patente la imposibilidad de proveer de contenido y significado la retórica “revolucionario” y los “símbolos” de la revolución ciudadana, de los “corazones ardientes, las manos limpias y mentes lúcidas” que alguna vez encantaron a una masa heterogénea que apoyó el modelo correísta.

Construcciones discursivas que por la fuerza de los magros resultados obtenidos, la corrupción galopante y el fracaso de las políticas del gobierno luego de casi 10 anos en el poder, con recursos exorbitantes provenientes de los altos precios del petróleo, han devenido en objeto de crítica diaria y muchas veces de burla de parte de la sociedad ecuatoriana que en su gran mayoría rechaza al régimen de Rafael Correa.

El propio discurso de las sabatinas, considerado el medio de propaganda de mayor impacto del régimen, al quedar desposeído de los símbolos de la falsa revolución, aparece desnudo en su esencia grotesca y vulgar, con sus incesantes vituperios, racismo y ofensas a la identidad de la población, produciendo un efecto de bumerang en contra del caudillo.

Cabe destacar que la crisis del movimiento y discurso correísta es también objeto de análisis y crítica de parte de los más relevantes figuras, miembros de la cúpula partidaria e ideólogos del correísmo que desmoralizados no atinan a plantear soluciones a su fracasado proyecto totalitario. En una reciente entrevista, publicada en el Universo, Rene Ramírez, miembro del buro político de Alianza País, cercano al grupo español Podemos, Secretario de Ciencia y Tecnología y a cargo del desprestigiado proyecto Yachay, reconoce el fracaso de la llamada “revolución ciudadana” al señalar que el problema político mayor del correísmo ha sido apoyar un modelo consumista y la creación de una clase media de consumidores, sin ideología, más no de ciudadanos. Ramírez se atreve incluso a descalificar la propuesta política correísta al señalar que “En vez de crear una sociedad solidaria y cooperativa que se preocupa por el otro, se crea una sociedad individualista y egoísta”. Objetiva o no, la crítica de Ramírez suena irónica tomando en cuenta que varios miembros de su familia se encuentran en posiciones relevantes dentro de la red clientelar correísta.

Por su parte Samuele Mazzolini, editorialista de El Telégrafo, estudiante de la Universidad Essex y seguidor del profesor argentino Ernesto Laclau, comparte la visión del fracaso “revolucionario” de Ramírez. A diferencia de este, sin embargo, se atreve a plantear el retiro de Rafael Correa y su dirigencia de la conducción de Alianza País. En un reciente artículo se refiere a dicha entrevista y señala que: “la admisión que el modelo organizativo de AP, apoyándose demasiado en el marketing, ha resultado deficitario…(Ramírez)subraya que las consignas de hace 10 años ya no pueden surtir el mismo efecto y que hace falta un espíritu innovador que sepa avanzar nuevas propuestas seductoras”. En abierta crítica a Ramírez y al caudillo de la revolución ciudadana añade: “La innovación del ideario que invoca Ramírez solo puede llegar desde abajo a través de un genuino proceso participativo. Por eso es vital que AP deje de cooptar a los movimientos, estableciendo una dinámica de mayor respeto, la cual necesita a su vez de un nuevo modelo interno. Para conseguir estos objetivos, y sobre todo para cambiar el espíritu neoliberal que nos atraviesa, es fundamental alterar la naturaleza personalista del proceso. Por eso no es saludable, sino indispensable que Correa y el grupo dirigente se aparten definitivamente”.

Sin embargo de lo anterior, conviene recordar que en el seno del correísmo conviven con el ala llamada de “izquierda” los revolucionarios pragmáticos “halcones capitalistas” que apuestan a las tradicionales prácticas y discurso populistas, lo que incluye la posibilidad de fraude gracias al control, previsto con anticipación, del consejo electoral. La mayoría de ellos, constreñidos por el miedo a rendir cuentas a la justicia en caso de que un nuevo gobierno asuma el poder, en lugar de dedicarse a las disquisiciones éticas e ideológicas del grupo de “izquierda”, prefieren ocuparse de preparar el terreno para participar en las elecciones del 2017 con Lenin Moreno como figura títere de reemplazo de Correa, con un binomio que pudiera servir en caso de que las condiciones lo ameriten como recambio y continuidad que asegure la supervivencia del proyecto. Optan por esta decisión a pesar del riesgo que en términos políticos conlleva continuar indefinidamente en el poder y asumir una crisis que desde ya se pronostica se agudizara y estallará en el siguiente período presidencial. Curiosamente, conforme lo han expresado conspicuos miembros de dicha ala de “derecha”, tales como Natalie Cely, ellos también coinciden con sus socios de la “izquierda” correísta en que “el modelo ha fracasado”.

El desprestigio del correísmo se evidencia también en el hecho de que la mayoría de las figuras relevantes que participaron en la construcción originaria del proyecto correísta y su gobierno hoy en día están en la oposición. Buena parte de ellos se encuentran haciendo méritos por participar en las próximas elecciones de 2017. Llama la atención por supuesto y genera desconfianza entre la población que muchos excorreístas, de cuestionada calidad moral, aparezcan ante los medios sin ningún pudor para cuestionar al régimen y al proyecto que ellos mismos apoyaron en su momento.

Afortunadamente la mayoría de la población rechaza a dichos políticos y no acepta el falaz argumento de que “el régimen correísta traicionó la revolución” y/o que los ex correístas dejaron sus filas por concepciones ideológicas o consideraciones éticas. Tampoco acepta su propuesta de una sociedad dividida entre correístas y anticorreístas, y de una “tercera vía” representada por los “salvadores” ex correístas.

Para finalizar es importante considerar que la crisis de legitimidad del correísmo es parte de la crisis que a nivel regional afecta a los gobiernos aliados del llamado “Socialismo del Siglo XXI”, hundidos en una grave crisis económica y escándalos de corrupción. Como podemos observar en las últimas semanas el descalabro de los gobiernos de los países grandes como Argentina y Brasil tiene un efecto en cadena que impacta directamente a la dictadura Correísta.

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