Activista o simple ciudadana


  Por Sigrid Vásconez 

Luego de unos días de la acción irruptiva en la Sabatina, de mensajes de aliento, preocupación y de troleo incluido; hoy me llamó un periodista y me preguntó el porque de mi acción y a quién representaba. Mi respuesta fue rápida: fue a título personal (o sea solamente en mi representación) y lo hice en ejercicio de un derecho que todxs tenemos, y que lamentablemente luego de casi una década, este gobierno nos lo han arrebatado. El derecho a disentir y expresarlo de manera pacífica, sin temor a las represalias.   

Mientras contestaba la pregunta del periodista, me puse a pensar en la importancia de ejercer el derecho de expresarse sin temor. Ese derecho a participar activamente de las decisiones de política pública, a ser consultados directamente supuestamente, esta garantizado en la Constitución del 2008. Sin embargo, la realidad es que el andamiaje institucional y la político que ha construido el gobierno no permite el disenso. Una ciudadana como yo tiene que colarse a un evento público de rendición de cuentas financiado con fondos que provienen de mis impuestos y envalentonarse a sacar un cartel con su reclamo. Las represalias, por suerte (y ojalá ya no se multipliquen), en mi caso fueron claramente menores a lo que han tenido que soportar dirigentes indígenas, estudiantes de colegios (e.g. Montúfar, Central Técnico), ecologistas (e.g. Yasunidos), periodistas, caricaturistas, rectores de Universidades, etc., etc.

Es inaudito. Cómo se han cerrado las puertas y ventanas para quienes tenemos serias desavenencias con las políticas gubernamentales no nos queda más que el accionar activista. La erosión canales independientes e idóneos para establecer diálogo constructivo se ha precipitado desde el año pasado, en mi opinión con la aprobación ilegítima (apegada al procedimiento definido por una Corte Constitucional que ha actuado como simple tramitador del gobierno), de las enmiendas constitucionales. Ya no nos quedan muchas opciones: las redes sociales y la calle. 

“Bueno, no hay problema, denomíneme activista” . Así se cerró esa corta entrevista con el periodista. Pero la verdad, hubiera querido que me denominen ciudadana ejerciendo mis derechos. Ciudadana preocupada. Ciudadana que no está de acuerdo con muchas cosas que pasan actualmente y que no encuentra otra forma de ser escuchada.

Decirlo así me da mucha amargura. Mucha pena. Una sociedad vibrante está hecha de ciudadanos/as deliberantes. Hoy quienes ejercemos este derecho de manera propositiva tenemos que andar con cautela. Nos hemos convertido, según el argot gubernamental en meros activistas a quienes no hay necesidad de escuchar.      

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